El venezolano Simón Rodríguez es mundialmente conocido como el maestro de Bolívar. Pero este importante latinoamericano es mucho más… Científico, filósofo, viajero incansable, escritor de obras de gran valor histórico y sociológico y creador de una pedagogía para formar ciudadanos libres y vivir en verdaderas Repúblicas.
Eduardo Galeano, escritor uruguayo, señaló: “Pocos saben de él… Pero él fue el pensador más audaz de su tiempo en nuestras tierras, y un siglo y medio después sus palabras y sus actos parecen de la semana pasada.” (1992: 50).
Inicios como educador
Nace en Caracas un 28 de Octubre de 1769. Para hacernos una idea es 9 años mayor que nuestro libertador Bernardo O'Higgins.
Jovencito, con 20 años, ya es uno de los primeros maestros de Venezuela. Tiene por alumno al niño Simón Bolívar de quién llega a ser su tutor personal. Junto al adolescente Andrés Bello educa a Bolívar en medio de la naturaleza, pasean por el bosque, leen y debaten bajo los árboles sobre temas científicos, morales y sociales. Rodríguez cultiva en el alma de Bolívar la avidez por preguntarse cosas. Simón Bolívar jamás olvidaría lo aprendido junto a su Maestro llegando a decir que todo lo que él logró se lo debía a él a quien llamó el "Sócrates de América", y a quién le diría un día: "Ud. formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso…".
Debido a que Rodríguez participa de los primeros movimientos independentistas de su país, debe partir al exilio bajo el seudónimo de Samuel Robinson. En su largo periplo, funda escuelas en todo el mundo, enseñando a cuanto niño llegara a su cuidado, en especial a los más pobres y marginados.
Estudia a fondo el pensamiento de Jean Jacques Rousseau y aplica sus fundamentos como nadie lo había hecho, dejando salir lo mejor del interior de los niños, cultivando el libre pensamiento, sin imponer conocimientos y respetando su sagrada libertad. Además, conoce desde dentro las escuelas dirigidas por el famoso educador suizo Johann Heinrich Pestalozzi. Curiosamente, estas dos figuras: Rousseau y Pestalozzi serían, cien años después, la inspiración para que la doctora María Montessori creara su metodología y fundara las llamadas “Casas de los Niños”.
En Europa, Rodríguez se reencuentra con su discípulo Bolívar. Allí recuerdan sus momentos de escuela y realizan juntos el histórico Juramento del Monte Sacro, donde Bolívar promete "no dar reposo a su alma" hasta libertar América.
Su labor en Chile y en América
Luego de años, Simón Rodríguez regresa a América y, tras llevar adelante importantes progresos pedagógicos en Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, llega al fin a nuestro país en 1833, invitado por el Intendente de Concepción, con el objeto de dirigir la Escuela Básica de la región.
Allí da clases durante unos años, aplicando todos sus preceptos, uniendo a niñas con niños, a ricos y pobres, indios y blancos, incluso adultos con niños. Los niños de Chile disfrutaron de su metodología de educación en libertad, de observación y respeto a la naturaleza, de cuestionamiento constante de la realidad y de la formación como futuros ciudadanos libres que dieran forma a las Repúblicas nacientes con una verdadera mentalidad republicana.
Aquí, en Chile, trabaja incansablemente sin que nadie le impida aplicar sus avanzados ideales pedagógicos. Pero, por alguna razón, la naturaleza decide que siga su camino hacia otros territorios por emancipar. Un fuerte terremoto azota la ciudad de Concepción en 1835, y la Escuela que él dirige queda destruida.
El Intendente pide a Rodríguez, junto al famoso naturalista Charles Darwin, que se encarguen de hacer el catastro de daños de la ciudad. Rodríguez va más allá de lo solicitado y redacta un plan de construcción preventiva para futuros desastres, además de recomendaciones para prevenir los peligros de acabar con el bosque nativo para la siembra de plantaciones forestales. ¡Qué visionario! ¡Ojalá hubiese sido escuchado!
Luego de esto, desaparece... Vive retirado durante unos años en el campo, entre bosques y montañas en las cercanías de Chillán. Forma familia junto a una mujer mapuche y tienen varios hijos juntos, a los cuales pone nombres como "Choclo y Zanahoria", propio de su personalidad libre en una época como campesino, labrador y maestro.
En medio de ese mundo rural, sigue enseñando a niños y adultos analfabetos, y no sólo letras y números, sino también técnica y oficios. Sus Escuelas son también Talleres -concepto que usaría más tarde María Montessori para referirse al enfoque que debía tener el trabajo con niños 6 a 12 años-. En ellas enseña, además de conocimientos culturales, a fabricar ladrillos, puertas, velas y cuánto permitiera a esos pequeños ciudadanos ser hombres y mujeres libres, emprendedores e independiente, revelando su visión de un sistema económico donde los ciudadanos también puedan ser libres e independientes mediante lo que hoy conocemos como PYMES.
En Santiago y Valparaíso
Luego de su estancia en el campo, Rodríguez viaja a Santiago, una ciudad aristocrática donde se reencuentra con otro entrañable discípulo: Andrés Bello. Bello fue su alumno aventajado en Caracas. ¡Inmensa la capacidad de este educador! Si uno de sus alumnos se convirtió en el libertador de América, este otro llegaría a ser el más importante legislador del continente, fundador de la Universidad de Chile, poeta y político de envergadura.
Andrés Bello, en pleno apogeo de su carrera, recibe al viejo Simón Rodríguez en su casa en Santiago. Imagínense a este hombre serio y formal, como era Bello, prestigioso diputado y rector de la Universidad más importante del cono Sur, de pronto vuelve a convertirse en niño, se recuesta sobre la alfombra de su casa, con el rostro apoyado sobre su mano y con lágrimas en los ojos, escucha feliz a su maestro, quien vuelve para contarle sus historias y aventuras, sus viajes por Europa y el sur de Chile. Bello no lo resiste y le invita a quedarse en Santiago, pero Rodríguez tiene alas y parte con nuevo rumbo.
Llega a Valparaíso, donde vive muy humilde, casi olvidado, en una casona vieja en la cual decide abrir una Escuela-Taller que, además de impartir luces y virtudes, enseña a fabricar velas. Allí publicaría sus obras en El Mercurio de Valparaíso: Luces y Virtudes Sociales entre otras. Sería esta su última estancia en Chile para partir a un nuevo destino en el año 1840.
Finalmente, pasaría sus últimos años en Perú, donde pese a recibir invitación de distintos países europeos para ir a aplicar su pedagogía en el viejo continente, decide quedarse a morir en su amada América.
Dejó una huella imborrable por donde pasó y, muy especialmente, en nuestro país. Aunque ignorado y olvidado, su pensamiento y su legado siguen vivos, y hoy lo rescatamos para el bien de nuestros niños. Como gran filósofo, científico y político podría haber dedicado su vida a otras labores más rentables, pero su vocación fue clara: "podría haber hecho lo que quisiese en mi vida, pero decidí ser educador".
Pensamiento educativo
Dentro del pensamiento educativo de Simón Rodríguez podemos rescatar mucho, pero para que te hagas una idea te dejamos algunas de sus frases célebres:
“De los adultos no puedes esperar nada, de los jóvenes poco, pero de los niños todo".
"Enseñen a los niños a ser preguntones, para que, pidiendo el porqué de lo que se les mande a hacer, se acostumbren a obedecer a la razón y no a la autoridad ni a la costumbre"
"Maestro es el que sabe enseñar, el que enseña a aprender, no el que ordena aprender, ni el que indica qué aprender"
Honor y gratitud al Maestro de América, héroe que luchó por los Niños del mundo, hombre libre y hacedor de hombres y mujeres libres: Simón Rodríguez Carreño.
Por: Matías Sagredo Z.
Director Casa Escuela Simón Rodríguez
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